En ambas novelas, el autor utiliza los personajes como vehículo para mostrar el pulso político de períodos concretos (los setenta y finales de los noventa). Y lo hace de una forma tan sutil y divertida que consigue una lectura amena que encubre la complejidad del trabajo y que aúna su obra con la de autores como Irvine Welsh.
Las vidas y preocupaciones de los personajes han cambiado, pero también lo ha hecho el panorama en el que se desenvuelven. La época pre-tacherista ha dado paso al laborismo de Tony Blair y su apoyo a la guerra de Iraq y los medios de comunicación han evolucionado mucho desde aquél periódico que publicaban en el instituto.
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