El escritor es la persona que escribe, y de ambas características la que importa al lector es la segunda. Cabe ser un canalla y publicar ensayos antológicos. De hacer caso a la tercera acepción de la Academia, el escritor no es sólo eso: también es la persona que escribe al dictado. Cuando se da esta situación el lector tiene derecho, como siempre, a despreciar la obra y de paso al mensajero por aceptar ser copista de un bodrio.
El austriaco Peter Handke anima a estas reflexiones. Su defensa de la Serbia agresora y su presencia en el funeral de Milosevic tal vez provoquen el vómito en el ciudadano, pero el lector no es un juez moral. Hay quien se niega a leer su célebre Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Moravia y Drina o Justicia para Serbia, y se equivoca. El lobo no es tan fiero como lo pintan y, por qué no, conviene oír la voz de los supuestos o reales malos. Además, es posible leer una página sin beneficiar al que la inventa. Siempre queda la biblioteca pública para engañarnos con la idea de que no estamos pagando a un escritor tan magnífico como sujeto odioso.
Olvido Almadia. Muskiz
2006/12/04
La contradicción
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario